“Digan a mis hermanos que vayan a Galilea y allí me verán” (Mt, 28,10)

Carta del Casante a la Familia Calabriana

Queridos hermanos y hermanas:

Doy gracias al Señor que en su Providencia acompaña y guía la Obra con un amor todo especial y particular. Después de haber asumido mi servicio de Casante de esta gran Obra he tenido la gracia, en este tiempo, de visitar casi todas las comunidades y de hablar con la mayoría de los religiosos y con muchos laicos pertenecientes a la Familia Calabriana. He visto un profundo deseo en cada uno de tomar seriamente en consideración todo lo que el Capítulo propone como línea programática para este sexenio.
He sentido como el mensaje de fe y esperanza, lanzado desde el inicio de este sexenio, es una realidad en cada uno de nosotros.
Veo oportuno enviarles esta “carta fraterna”, así quiero llamarla, en la cual propongo algunas reflexiones que creo muy importantes para una renovación espiritual y también para darles orientaciones concretas, útiles para vivir más profundamente nuestra consagración y para indicar algunas líneas programáticas del sexenio que estamos iniciando.
El Xº Capítulo General, en su Documento Final, invita a toda la Obra a “ir a Galilea”. Pienso que Dios me llama, como Casante, a llevar a ésta que es su Obra a Galilea. Recordemos bien que la Obra somos nosotros, por lo tanto, depende de cada uno de nosotros retomar en serio un camino de conversión que permita a la Obra “retornar a Galilea”. Lo que propongo en esta carta, son los puntos fundamentales que, me parecen, son necesarios para una renovación espiritual de cada religioso y de toda la Familia Calabriana. Estoy convencido que la Obra regresará a Galilea si cada uno de nosotros toma en serio su propia vida de fe, su propia vocación y consagración, en otras palabras, su propia vida de santidad personal.

Nuestra vocación y la grandeza de la Obra
Para este sexenio veo que el Señor me pide, de manera particular, entender yo mismo y de ayudarles a entender la grandeza de nuestra vocación y de la Obra que tiene como fundador, como decía don Calabria, a Dios mismo. Me parece que, en este momento histórico de la Obra, este mensaje debe ser el más importante. El Capítulo General apenas concluido marca un antes y un después en la vida de la Congregación. Hemos celebrado el año pasado los primeros cien años de la Obra. El próximo año celebraremos los cincuenta años del inicio de la misión en América del Sur, después de la muerte de don Calabria. La Obra ha crecido en la misión y hoy podemos decir que la Congregación tiene un rostro internacional, un lugar donde lenguas y culturas diversas se encuentran. De frente a este designio de la Providencia y a este crecimiento y desarrollo en el mundo, debemos reflexionar seriamente sobre nuestra consagración y sobre la grandeza de la Obra, una grandeza que no mira tanto a las estructuras y a las actividades que dirigimos, sino a la grandeza de la espiritualidad que la caracteriza.
La interculturalidad no puede restringir y menos ofuscar el espíritu de la Obra, que es todo especial y particular para el mundo de hoy.
En este tiempo leo temblando los escritos de San Juan Calabria donde habla de la grandeza de nuestra vocación y de la Obra. Si somos llamados para ser parte de esta Obra es por un amor y una llamada toda especial de Dios. El espíritu de la Obra es para los tiempos actuales y nosotros somos llamados a vivir según nuestra vocación y corresponder a este amor especial de Dios por nosotros y por la Obra.
Parto de una premisa muy concreta: tenemos necesidad de redescubrir nuestra vocación y nuestra llamada a ser parte de esta Obra. Mas que confiar en mis palabras le doy la palabra al mismo don Calabria que aún hoy nos dice: “…Cuántas y con qué frecuencia, oh mis amados Hermanos, han escuchado de su padre que tanto los ama en el Señor que la Obra a la cual tenemos la gracia de pertenecer, es una Obra grande destinada por la Providencia a cumplir grandes designios, y los cumplirá ciertamente, a cambio de que nosotros seamos instrumentos dóciles, humildes, capaces de dejarnos transformar, viviendo la vida de fe, en pleno y total abandono en las manos amorosas de su Providencia, seguros de que esta tierna y materna madre, nos cuida y piensa en nosotros, con una atención y preocupación toda particular y especial por la Obra”. (cfr. ESORT. * 5612 5-3-1930 Conferenza ai miei cari Fratelli e Sacerdote).
Vemos como para don Calabria es importante descubrir y vivir según la grandeza de nuestra vocación. Solamente quien es consciente de esta gran llamada puede vivir una vida auténticamente fiel al Señor y al carisma. No puede haber una renovación espiritual en nuestra vida, si no profundizamos el significado de nuestra vocación y misión como Pobres Siervos.
Pienso siempre en aquella frase de San Juan Calabria que dice que si nosotros no somos fieles al espíritu de esta Obra y no vivimos conforme a esta gran vocación, el Señor tomará esta Obra y la dará a otros. Son palabras que nos hacen pensar seriamente en la responsabilidad que tenemos con la Obra. Tengamos bien presente también estas palabras del don Calabria: “…Tengamos presente que el Señor no destruye jamás sus obras, pero las puede pasar a otros, si aquellos a los cuales se las ha confiado no corresponden. La Obra de los Pobres Siervos de la Divina Providencia es Obra de Dios, no morirá ciertamente, pero el Señor nos la quitará, si no vivimos como él quiere y ésta será la desgracia más grande, la más terrible de las desventuras. Pero esto no sucederá si somos fieles a nuestra regla, si vivimos según nuestro espíritu todo particular, así esta Obra siempre crecerá. Y así como nació en la altura para ser vista por otros, así ascenderá siempre más alto, hasta tocar el cielo, porque esta Obra no es de la tierra, sino del Cielo, es de Dios”. (Cf. – ESORT. * 2293/B 1932)
Esta premisa es de fundamental importancia para entender que si nosotros somos parte de esta Obra es debido a una gracia especial de Dios, por lo que debemos tomar en serio nuestra vocación a fin de aprender a vivir como Pobres Siervos hoy y llevar a toda la Obra a este camino de conversión. El Capítulo hizo una llamada muy concreta proponiéndonos la invitación hecha por Jesús a sus discípulos a “ir a Galilea”.

Ir a Galilea
El Evangelio de Mateo concluye con la victoria de la vida sobre la muerte y con las palabras de Jesús que nos confirma que estará con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20b). Antes de estas palabras, que tienen una fuerza y una seguridad toda especial para quien busca vivir cada día una vida de fidelidad a su llamada, Jesús Resucitado quiere manifestarles a los discípulos un lugar particular y significativo para ellos: “Galilea”.
Los discípulos habían iniciado el camino de seguimiento de Jesús en Galilea, con mucho entusiasmo. Pero la idea de ellos sobre el Mesías no era clara. La muerte del Mesías fue un tremendo golpe que los sumió en la desesperación a tal punto de dejarlos sin esperanza. Jesús, la mañana de la Pascua, los convoca y les hace una cita: “vayan a Galilea”. El Resucitado los insta a volver al lugar de la primera llamada, al inicio del discipulado, allí donde les anunció el Reino, donde les reveló a Dios como Padre providente…
La primera cosa que los discípulos tuvieron que hacer para volver a Galilea ha sido dar un paso atrás, no solo físicamente, sino también en el modo de entender al Mesías que ellos habían desarrollado, un paso atrás respecto a como habían impostado su vida de seguimiento al Maestro a partir de una mentalidad muy diversa a la propuesta hecha por Jesús mismo. El los llama a Galilea para aprender de nuevo lo que significa seguirlo en el camino de la voluntad de Dios y a descubrir el nuevo significado de su misión.
Este llamado del Resucitado, el Capítulo lo hace propio y lo propone a toda la Congregación y a la Familia Calabriana: “¡Vayan a Galilea!” Como los discípulos, la Congregación debe dar un paso atrás para volver a Galilea. No significa que ella debe dar un paso atrás porque lo hecho hasta ahora está todo mal. Dar un paso atrás debe significar, volver a vivir aquellos valores que sostenían la vida de los primeros religiosos y laicos de la Obra: la vida de fe, la unión con Dios, la santidad, la fe y abandono total en la Divina Providencia sin protecciones humanas, la oración y la vida espiritual antes que la actividad; un estilo de vida pobre, austero, sobrio, etc. ¿No será que también nosotros, como los discípulos tenemos una idea equivocada respecto al modo de seguir a Jesús y vivir el espíritu de la Obra hoy?
Me da miedo sólo escuchar hablar de organización, de proyectos, de actividades, sin que se tome en cuenta la vida de fe, la oración, la comunidad, la intimidad con Dios, sin dar atención a la vida de los hermanos. Yo me pregunto y les pregunto a cada uno de ustedes: ¿dónde encontramos las motivaciones para nuestra vida y para nuestro celo apostólico? ¿Dónde encontramos el sentido de la fidelidad a nuestra vocación? ¿Dónde encontramos el “combustible” para vivir radicalmente la fraternidad y el amor a nuestros hermanos?
Jesús en el evangelio es muy claro al respecto: “Sin mi nada podrán hacer” (Jn 15,5).
El Capítulo ha elaborado un proyecto para este sexenio con muy buenos objetivos y medios para favorecer una renovación espiritual buscando el primado de Dios en nuestra vida. Hago un fuerte llamado a iniciar un camino de conversión personal y comunitaria, necesario para realizar este camino de renovación, porque si no tenemos esta convicción profunda todo muere en las bellas ideas y en los documentos.
Podemos mirar la vida de los primeros Hermanos que junto a don Calabria han vivido una vida de verdadera santidad, trabajando todo el día y viviendo la propia consagración con alegría y fidelidad en medio de las dificultades propias de su tiempo.
Hago un fuerte llamado a releer nuestras Constituciones y desde ahí renovar nuestro camino espiritual seriamente y vivir así nuestra consagración de acuerdo con nuestro carisma. “Las Constituciones demandan una gran responsabilidad: son un proyecto de vida personal y comunitario y nos ayudan a orientar nuestra vida, son un acicate contra la inercia, la pereza y el deseo de cambiar por cambiar. Este descontento al confrontarnos con las Constituciones es en realidad síntoma de un malestar más general: no se siente más como fundamental la pertenencia a la Congregación; está en crisis la propia vocación personal; se siente la institución y la actividad de la Congregación como lejana al carisma. Es evidente que si se debilita el sentido de pertenencia a la Congregación no se tiene mas interés por su vida, por su proyecto carismático y por sus normas, que son la base de la misma vida de la Congregación”. (Revista di Studi Calabriani, anno VI – 2005, 1 pag. 120).
“Las Santas Reglas, además, son la guía segura de nuestro obrar. Son como las vías sobre las cuales debe correr el tren de nuestra Obra. Tengan un sagrado respeto por las reglas. Vean en ellas la palabra manifiesta de Dios. En cierto aspecto deben venerarlas casi como las páginas del Libro divino. Léanlas, estúdienlas con amor, con deseo de profundizar el espíritu y así serán cada día más verdaderos Pobres Siervos”. (Don Calabria, Carta LXXXI, 21-07-1953)
Los invito a insistir en estas cosas que en el camino diario y por un “falso aggiornamento” hemos perdido. No me refiero a cosas exteriores solamente, sino a aquellos puntos importantes de nuestra espiritualidad que hemos descuidado.
¿Qué cosas veo en la Obra hoy, luego de esta primera visita a las comunidades? Veo tantas cosas bellas que hacen de la Obra una luz para el mundo. Veo un carisma grande que testimonia y muestra al mundo que Dios existe, que es Padre y que debemos confiarnos en su Divina Providencia. Veo tantos hermanos y hermanas viviendo una vida de donación al Señor con humildad y simplicidad, con un profundo deseo de santidad. Veo muchas personas vinculadas a la Obra a causa de la grandeza de su espíritu, dispuestos a vivirlo en su vida cotidiana.
Al mismo tiempo veo que existen tantas cosas que no ayudan a la Obra a vivir según su propio espíritu. Una de estas cosas es la murmuración entre los Hermanos. Esto no ayuda a vivir una vida nueva y desalienta a los Hermanos a continuar en su búsqueda de la santidad, creando un clima de desánimo en tantos religiosos y laicos. Es tiempo de decir “basta” a las murmuraciones y a las críticas en la Obra. Seamos conscientes que esto destruye todo y hace mucho mal. don Calabria decía que “quien murmura presta su lengua al diablo”. ¿Por qué no quererse bien como hermanos, por qué no ayudarse? Hago este llamado en particular a cada hermano, pero sobre todo a los Delegados y a los superiores locales y a todos aquellos que tienen esta gran responsabilidad de acompañar y ayudar a las personas. No saben el mal que la murmuración hace a los Hermanos y a toda la Obra. Hay muchos Hermanos que viven angustiados a causa de la murmuración. “Por el amor de Dios”, como decía don Calabria, debemos terminar con esto.
Otra cosa que veo como un obstáculo, es que se da mayor atención a las estructuras y al hacer, respecto a la vida interior y a la vida espiritual. La Obra no tiene necesidad de gestores o profesionales, la Obra tiene necesidad de la santidad de sus miembros. El director espiritual de don Calabria le decía siempre: “Santifíquese usted mismo, santifique a los miembros de la Obra y la Obra estará garantizada”. El mismo don Calabria dijo y escribió en su diario hasta el final de su vida: “¡O Santo o muerto!”. Solo con un camino serio de deseo de santidad podremos vivir a la altura de nuestra vocación y de nuestra misión de Pobres Siervos, para esto ha nacido esta gran Obra de Dios. Por esta razón espero en este sexenio una renovación espiritual y un fuerte deseo de santidad en cada uno de los miembros de la Familia Calabriana.

Algunas consideraciones prácticas para acompañar a la Obra a Galilea
Como línea programática para este sexenio estamos llamados a seguir el proyecto elaborado en el Documento Final del Xº Capítulo General. Cada año del sexenio se estructurará a partir de los cinco puntos que el Documento Final pide vivir con una intensidad toda particular. Quiero mencionar solo algunos puntos que veo útiles para esta renovación de la Obra en el mundo y para responder al llamado del Capítulo a ir a Galilea.

Vida de fe y oración
Nuestra Obra es sobrenatural y debe vivir de fe; este es el punto central de nuestro carisma: reavivar en el mundo la fe y confianza en Dios Padre y el abandono total en su divina providencia.
Si la fe es el elemento principal de nuestra vocación, debemos volver a una vida de oración, una oración del corazón, vivida sin la prisa por tener que dedicarnos a las actividades. No podemos conformarnos y pensar que basta con un poco de oración comunitaria a la mañana y a la tarde (cuando ésta se hace, porque tantas veces se descuida o se deja también estos momentos). La vida de oración lleva a la persona a hacer experiencia de Dios en la intimidad de una oración del corazón. Tenemos que pasar tiempo delante del Santísimo. La Lectio Divina debe ser el motor y el pan cotidiano para una intimidad con el Señor fundada en su Palabra. Las Constituciones lo dicen claramente: “la oración es la primera actividad de un Pobre Siervo”. ¿Cuál es nuestra situación personal y comunitaria al respecto? ¿La prisa por dedicarse a las cosas materiales, el activismo y las preocupaciones por mantener las estructuras nos dejan un espacio suficiente para una oración profunda que va configurando nuestra vida con la del Señor? Pido a todas las comunidades hacer el proyecto de vida comunitaria dando el primado a la vida espiritual, a las prácticas de piedad, a la oración personal. Sobre este punto quiero pedir a cada uno en particular que realice una revisión del tiempo que se dedica a estar delante de la computadora o de la televisión y cuanto tiempo se dedica a estar delante del Santísimo. Con facilidad utilizamos el tiempo para otras cosas y después no tenemos tiempo para una oración del corazón y para pasar un tiempo con Jesús. Pido a los superiores de las comunidades a ser los animadores de la vida espiritual de los hermanos, dando ellos el ejemplo de una vida de oración. Propongo que se haga una revisión seria en cada comunidad para ver la calidad de la vida de oración y el tiempo que la comunidad dedica a esto. Esta revisión la haga cada comunidad junto al Delegado durante sus visitas.


Vida comunitaria
Debemos, como pide el Documento Final del Xº Capítulo, dedicar una atención particular a la comunidad y a la vida fraterna cotidiana. Volver a vivir una vida comunitaria intensa: “Amarse como hermanos y como tal ayudarse en la vida espiritual”. Esto será una tarea que debe organizar el Delegado y los superiores, pero será una tarea para cada uno de los miembros de las comunidades a fin de que se viva una auténtica vida fraterna.
Como piden las Constituciones y reafirma el Documento Final del Xº Capítulo, debemos dar prioridad a la vida comunitaria, ya sea en el número de los religiosos que la componen, como en la calidad de la vida comunitaria, que se debe caracterizar por un espíritu de diálogo, de escucha, de corrección fraterna y de un amor concreto a los hermanos, ayudando a aquellos que tienen mayores dificultades, acogiendo a cada hermano como un don del Señor. Será una tarea del Consejo General, ayudado de las Delegaciones hacer que todas las comunidades estén compuestas por un mínimo de tres religiosos a fin de garantizar una vida comunitaria auténtica y evitar la soledad de los religiosos y el cáncer del individualismo.
Sea evaluada seriamente en las Delegaciones esta realidad a fin de evitar lo dicho precedentemente.
El superior de la comunidad deberá ser el animador espiritual, que garantice una vida religiosa auténtica, en la convivencia fraterna del día a día y también en la parte económica. Mirando el modelo de comunidad propuesto en los Hechos de los Apóstoles (2, 42-47) podemos descubrir algunas características irrenunciables de la vida comunitaria: enseñanza de los Apóstoles (Palabra de Dios), comunión fraterna, oración y fracción del pan (Eucaristía).
En este punto me detengo un momento para compartir algunas preguntas muy concretas que nacen de una Lectio Divina hecha de la cita de los Hechos, mencionada anteriormente, para que sean tomadas en cuenta; a fin de favorecer una revisión sobre la vida de la comunidad o como ayuda para elaborar el proyecto de vida comunitaria:
-¿Cuáles son los elementos fundamentales e irrenunciables que no pueden faltar en una comunidad religiosa?
-¿Cómo ser creativos para lograr vivir una vida comunitaria más auténtica?
-¿Cómo vive la comunidad la celebración de la Eucaristía, la oración personal y la oración comunitaria? ¿Somos transparentes en la comunidad para compartir los bienes espirituales y materiales?
-Las necesidades de los hermanos, ¿cómo interpelan la vida de la comunidad? ¿Cuáles son los gestos concretos de comunión con el sufrimiento y las necesidades de los hermanos? ¿Los pobres están todos afuera o lo tenemos dentro de la comunidad (un hermano enfermo, o que vive una situación particular…)?
-¿Nuestra misión parte de una comunión con los hermanos y con Dios, o es fruto sólo de mis pensamientos y de mi individualismo?
Propongo reflexionar seriamente sobre estas preguntas para volver a los aspectos fundamentales de la vida comunitaria y de una auténtica vida como Pobres Siervos. Esto será la tarea de cada uno de los miembros de la comunidad; pido, no obstante al superior de la comunidad ayudar a los Hermanos. Un día Dios les pedirá cuenta de su responsabilidad. La última Instrucción Vaticana sobre el servicio de la autoridad y la obediencia, así se expresa respecto a la responsabilidad del superior local: “El superior debe velar para que quede a salvo la unidad de vida y se respete lo más posible el equilibrio entre el tiempo dedicado a la oración y el dedicado al trabajo, entre individuo y comunidad, entre actividad y descanso, entre atención a la vida común y atención al mundo y a la Iglesia, entre formación personal y formación comunitaria”. (Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica; El servicio de la autoridad y la obediencia, Roma, 11 de Mayo de 2008, 25c)

Dispuestos a todo
Para un regreso a Galilea debemos redescubrir el sentido del vivir el “dispuestos a todo” en las pequeñas y grandes obediencias, con espíritu de fe. Como menciona la Instrucción Vaticana ya mencionada, en el nº 20g: “…Ciertamente no es libre el que está convencido de que sus ideas y soluciones son siempre las mejores; el que cree poder decidir solo, sin falta de mediaciones que le muestren la voluntad divina; el que siempre tiene la razón y no duda de que son los otros quienes deben cambiar; el que solamente piensa en sus cosas y no se interesa por las necesidades de los demás; el que piensa que la obediencia es cosa de otros tiempos y algo impresentable en nuestro mundo desarrollado…”.
Estamos llamados a descubrir el valor que tiene para nosotros el estar siempre disponibles, vivir el dispuestos a todo inclusive cuando la voluntad de Dios me resulta incomprensible. Al respecto la Instrucción habla claramente en el nº 26, cuando alude a las obediencias difíciles: “…En ocasiones, cuando la obediencia se hace difícil, e incluso absurda en apariencia, puede surgir la tentación de la desconfianza y hasta del abandono: ¿vale la pena continuar? ¿No puedo hacer realidad mejor mis ideas en otro contexto? ¿Para qué desgastarse en contrastes estériles?... La persona consagrada, cuando se le pide que renuncia a las propias ideas y proyectos, puede experimentar desconcierto y sensación de rechazo de la autoridad, o advertir en su interior “fuertes gritos y lágrimas” (Hb 5,7) … Al pronunciar estos difíciles “sí”, puede comprenderse a fondo el sentido de la obediencia como supremo acto de libertad, expresado en un total y confiado abandono de sí a Cristo, Hijo que libremente obedece al Padre. Igualmente se podrá entender el sentido de la misión como oferta obediente de sí mismo, que atrae la bendición del Altísimo…”.
Estas palabras son muy significativas sobre todo para nosotros Pobres Siervos que tenemos el maravilloso patrimonio de nuestro Fundador, de la obediencia confiada en Dios-Padre providente que quiere nuestro mayor bien. “…En cuanto a la obediencia, sepan que éste es el voto más precioso de todos, porque si con la pobreza renunciamos a poseer cosas, con la castidad donamos al Señor nuestro cuerpo, con la obediencia inmolamos nuestra libertad, es por eso que las Sagradas Escrituras dicen: la obediencia es mejor que cualquier sacrificio…” (Don Calabria).
Al respecto un religioso ya anciano me ha dado una gran lección: “La obediencia en mi vida ha sido siempre la garantía de mi pobre persona y ha reemplazado las carencias que humanamente pude experimentar”. En otras palabras la obediencia hace milagros y llena la vida de la persona ayudándola en su fidelidad al Señor. Aquello que puedo testimoniar personalmente es que la obediencia abre el corazón y libera a la persona. Busquemos en este sexenio redescubrir el valor profundo que tiene el “dispuesto a todo” poniéndolo en práctica sin miedo y no basándonos en razonamientos puramente humanos.
Agradezco a los Hermanos que en un clima de fe están dispuestos en este momento de programación de las comunidades a vivir una obediencia confiada aceptando la voluntad de Dios, manifestada a través de las mediaciones humanas, en total abandono.
Y hago un llamado a aquellos Hermanos que exigen “explicaciones de todo”, a aceptar la voluntad de Dios, sin tantos razonamientos y justificaciones humanas.

Formación
La formación es una de las prioridades para este sexenio como lo pide el Documento Final del Xº Capítulo. La formación vista como instrumento en todos los niveles tanto como para preparar los futuros Pobres Siervos como para ayudar a vivir esta vocación particular a aquellos que ya son parte de la Obra. Debemos pensar en una formación que cambie a la persona, una formación que nos ayude a unirnos a Dios y a crecer en nuestra consagración para vivirla con felicidad. Una formación que ayude a los miembros de la Obra a crecer en la vida de santidad. Como dice el Objetivo nº 1 de la Formación: “La formación como actitud permanente, para madurar convicciones profundas y mantener siempre vivo en cada religioso el deseo de renovar continuamente la propia consagración”.
A nivel del Consejo General se propondrá un equipo encargado de dar indicaciones a las Delegaciones y a toda la Obra acerca de la organización y el acompañamiento de la formación inicial y permanente de los religiosos y los laicos. Este equipo deberá preparar junto a las Delegaciones un programa de formación para toda la Familia Calabriana, coordinar el trabajo y elaborar programas para períodos de renovación espiritual (períodos sabáticos).
Se sugiere que estos programas de formación sean preparados junto con las Hermanas, proyectos que apunten a una formación centrada en la asimilación del carisma y que propongan modos concretos de vivir nuestra espiritualidad. Sean evaluados en el sexenio los programas de formación de las Delegaciones y, sobre todo, los varios equipos de formación trabajen juntos buscando una unidad en los criterios de evaluación, ayudando a los candidatos a hacer un camino de verdadera preparación a la vida consagrada y un auténtico discernimiento.
En cuanto a la formación permanente debemos descubrir la riqueza y el valor de lo cotidiano, la así llamada “mística de lo cotidiano”, para el crecimiento y la perseverancia de nuestra consagración. En este sentido la comunidad tiene un valor insustituible para garantizar el crecimiento de cada religioso.
Junto a esta mística de lo cotidiano, es muy importante, en la formación inicial y permanente, insistir en el sentido de pertenencia. Esto quiere decir que todo el proceso evolutivo de un proyecto de Congregación debería llevar justamente a un sentimiento progresivo de adhesión al carisma, al instituto que lo encarna, a la comunidad concreta de las personas que lo viven…La formación permanente, de hecho, es una formación a un sentido de pertenencia siempre más fuerte y transparente. (Cfr. Cencini A., Fraternità en Cammino, CED – Bologna 1999, pag. 127-128).

Misión y servicio a los más pobres
La misión de la Obra es una consecuencia de nuestra espiritualidad. La misión principal es reavivar en el mundo la fe y confianza en Dios Padre Providente. La manifestación del carisma la concretizamos en las varias actividades de la Obra en el mundo. Son tres los campos de acción: Vocacional, Social y Pastoral Parroquial. Estos tres campos deben caminar como un único organismo. No es posible ni se puede proponer divisiones. Los religiosos trabajen en estos sectores con plena disponibilidad a cambiar cuando la obediencia pida y en plena comunión para no cometer errores y generar conflictos inútiles, enriqueciéndose con las varias experiencias mediante un continuo y recíproco cambio.
Siempre hablando de este aspecto de la misión me parece que en este sexenio debemos realizar una profunda revisión de las obras. Ustedes me dirán que ya fue hecha en el sexenio pasado. Propongo una revisión profunda, que involucre a las Hermanas y a los Laicos a fin de discernir si nuestras estructuras y actividades son según el carisma o si han perdido mucho de las características “calabrianas”. Nuestra revisión debe ser radical y debe llevarnos a preguntar: ¿si a nuestras obras le sacamos la fe qué es lo que queda? No debemos tener miedo, sino afrontar con coraje ciertas decisiones y hacer elecciones teniendo presente las nuevas pobrezas. (cfr. Documento final del Xº Capítulo, Misión y servicio a los más pobres, medios 1e).

Comunión con toda la familia Calabriana
El tema central del Xº Capítulo ha sido: “Una sola Familia atenta a los signos del Señor”. Tenemos una gran riqueza en la Obra con las tres Congregaciones y los numerosos laicos que forman la Familia Calabriana. Todos estamos llamados a vivir según nuestra vocación, manteniendo la particularidad de cada grupo, buscando la unidad en el espíritu. Doy gracias al Señor por la presencia de numerosos laicos que están enamorados del espíritu de la Obra y lo viven con radicalidad y pasión. Respondiendo a la llamada del Capítulo para una formación más orgánica, el Consejo General propondrá las líneas formativas que cada Delegación estará llamada a llevar adelante. Esta formación debe llevar a una configuración con Cristo que haga efectiva nuestra misión e indicar líneas de liderazgo y de comunión dentro de la Familia Calabriana.
Como dice la Instrucción sobre la obediencia hablando de la promoción y de la colaboración con los laicos: “…para alcanzar el objetivo de la mutua colaboración entre religiosos y laicos, “es necesario tener: comunidades religiosas con una clara identidad carismática, asimilada y vivida, es decir, capaces de transmitirla también a los demás con disponibilidad para el compartir; comunidades religiosas con una intensa espiritualidad y un gran entusiasmo misionero para comunicar el mismo espíritu y el mismo empuje evangelizador; comunidades religiosas que sepan animar y estimular a los seglares a compartir el carisma del propio instituto, según su índole secular y su diverso estilo de vida, invitándolos a descubrir nuevas formas de actualizar el mismo carisma y misión… En todo esto, el que preside la comunidad de los consagrados tiene un papel insustituible”. (25f). Nosotros tenemos este rol insustituible de vivir y transmitir nuestro espíritu. Esto es lo que los laicos esperan de nosotros y si no lo hacemos, nadie puede hacerlo por nosotros.
Estamos llamados a hacer un camino de comunión y de unidad con nuestras Hermanas Pobres Siervas y Misioneras de los Pobres cada vez más fuerte y más eficaz. Este camino de unidad debe ser hecho en la espiritualidad antes que nada y luego en la formación y a nivel general. En particular en la primera formación, busquemos la unidad y la colaboración, compartiendo aquello que es específico de cada Congregación; y en nuestras actividades, buscando una simplicidad en la misión, programando y trabajando juntos. La verdadera comunión debe iniciarse en las primeras etapas de la formación. Busquemos realizar juntos las actividades siguiendo un estilo de mayor simplicidad y evangélico. Veo providencial este momento actual para realizar los pasos necesarios para un camino de unidad de nuestra Familia espiritual.
A nivel del Consejo General, queremos trabajar con mucha unidad, con encuentros periódicos de planificación, formación y oración. Pido al mismo tiempo que en las Delegaciones donde están presentes las Hermanas Pobres Siervas y Misioneras de los Pobres se desarrollen encuentros conjuntos de programación, formación y espiritualidad.

Estructura organizativa y situación económica
El último punto del Capítulo habla de la estructura y organización de la Congregación y de su situación económica. Si este tema ha sido puesto al final es porque no debe ser considerado el más importante. Por eso ha causado una impresión muy fuerte entre algunos religiosos y de malestar en muchos. Como si éste fuese el punto más importante no teniendo en cuenta todo lo que dice el Documento en los capítulos que preceden a esta parte. Quiero proponerles, al respecto, una reflexión.
Respecto a la decisión tomada en el Capítulo sobre la organización de la Congregación en Delegaciones, se trata de una realidad que debe ser aceptada con espíritu de fe y de respeto a los Hermanos capitulares que han tomado esta decisión en este momento particular de la Obra. Veo con alegría como las Delegaciones están elaborando sus Estatutos dando una adecuada autonomía a las Delegaciones y utilizando la experiencia hecha en el sexenio pasado en las Provincias “ad experimentum”. La estructura debe ayudar a una comunión más concreta. No podemos hablar de una autonomía que divide, sino de una autonomía que haga crecer en la comunión, en la condivisión y en la corresponsabilidad. No existe absolutamente la idea de abolir la mediación importantísima de los Delegados con todas las facultades necesarias para llevar adelante la animación, de acuerdo a las características que ya señalé precedentemente. El Consejo General no quiere ser un órgano de máximo control o sustituir al Delegado y su Consejo. Queremos estar cerca de ellos y ayudarles a hacer juntos el camino que estamos llamados a hacer.
Agradezco la disponibilidad de quienes han aceptado la difícil misión de ser Delegados y Consejeros en las diversas realidades y también la seriedad demostrada por ellos al asumir este servicio en la Obra, que no es un servicio de poder y autoridad, sino de humilde servicio y de dedicación para el bien de la Obra. La Instrucción de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada dice en el nº 1: “…Todos en la comunidad están llamados a buscar lo que agrada a Dios así como a obedecerle a Él, algunos, en concreto, son llamados a ejercer, generalmente de forma temporal, el oficio particular de ser signo de unidad y guía en la búsqueda conjunta y en la realización personal y comunitaria de la voluntad de Dios…”.
Como quiero que esta línea de acción de los Delegados y de los Consejeros ayude a la toda la Obra a ir a Galilea. Tengo mucha confianza acerca de esta línea de acción que propongo –del Casante al Delegado, del Delegado al Superior de la comunidad- para nuestros tiempos y para una mayor comunión en la complejidad de la Obra en el mundo. Para reforzar esta línea de acción en la primavera del 2009 será realizará una reunión con todos los Delegados y durante el mismo año un encuentro con todos los Superiores de las comunidades, organizado por las Delegaciones con la presencia del Casante o del encargado de la formación.

La difícil situación económica que atraviesa la Congregación en este momento, ha dejado interrogantes y perplejidad en toda la Familia Calabriana. Para algunos la preocupación por el aspecto económico aparece como determinante en la vida de la Obra. Yo creo que esta preocupación no debe ser vista de esta manera. El momento actual que vive la Congregación es consecuencia también de la realidad del mundo moderno, de la complejidad y de la crisis económica que éste atraviesa. Debe ser claro que la situación económica no puede ser la principal preocupación de la Congregación, porque nuestro espíritu es aquel de confianza y abandono en la Divina Providencia y no será motivo para dejar de hacer el bien a tantos pobres. La ayuda material llegará de las piedras si fuese necesario. Estamos llamados a creer firmemente esto. Pero no podemos, no está de acuerdo a nuestro espíritu, decir simplemente que la providencia pensará cruzándonos de brazos. Debemos tener la cabeza sobre el cuello, esta es la primera providencia, como decía San Juan Calabria.
Veo ante esta situación una oportunidad para un serio examen de conciencia en toda la Obra, se trata de una ocasión para ver si de hecho estamos buscando en primer lugar el Reino de Dios. Don Calabria decía que cuando tenemos problemas económicos debemos interrogarnos acerca de cómo estamos viviendo nuestra consagración, nuestra santidad personal, como administramos la providencia que, es bueno recordarlo, no es nuestra, sino de los pobres, y sobre todo sintámonos llamados a hacer un serio examen de nuestra vida y a vivir una mayor sobriedad. Pienso que enfrentar con responsabilidad esta situación económica de la Obra ayudará a toda la Familia Calabriana a vivir con más sobriedad y con radicalidad el voto de pobreza. Preguntémonos si esta situación que vive nuestra Congregación no representa una llamada para nosotros los religiosos a vivir más sobriamente. Noto con temor como el espíritu del mundo fácilmente penetra en la vida de nuestras comunidades llevándonos a vivir una vida “aburguesada”, sin interrogarnos mucho y sin empeñarnos a realizar una revisión profunda sobre cómo vivimos personal y comunitariamente el voto de pobreza.
Al respecto como Consejo General buscaremos orientar y dar indicaciones a nivel general, ayudados por la Comisión Administrativa General, para hacer una revisión de nuestras obras, no solo desde el punto de vista administrativo, porque la Obra no es una empresa, sino para ser responsables en la gestión y administración, teniendo en cuenta la complejidad del mundo y de la economía mundial. Esta Comisión compuesta por religiosos y laicos presentará al Consejo General los elementos técnicos de evaluación, reservando al Casante la interpretación carismática y la decisión respectiva. Hago, no obstante, un llamado personal y comunitario:
1. a vivir una vida de mayor sobriedad, aceptando también los sacrificios;
2. a no derrochar la providencia;
3. a una vida de intensa oración de acción de gracias y súplica a la Divina Providencia, como don Calabria siempre recomendaba “golpear el Sagrario”.
Me parece que debemos recuperar una “mística de la Providencia”, no solo con la oración de la “coronita” cada día, sino con un estilo de vida de fe y abandono total sin buscar protecciones humanas. Frente a ciertas situaciones de dificultad y fatiga, también económica y administrativa, se promuevan en nuestras casas jornadas de adoración así como don Calabria hacía. Y también jornadas penitenciales por nuestros pecados y por la providencia derrochada muchas veces inútilmente o para fines exclusivamente personales o para nuestra comodidad.
En la historia de la Iglesia y en la Vida Religiosa siempre se ha hablado de ascesis y de mortificación a fin de vivir una vida sobria y de unidad con Dios. ¿Será que estos temas de la ascesis y la mortificación ya no tienen valor? ¿No será que nuestra ascesis personal y comunitaria puede llevarnos a gastar menos en celulares o a controlar el uso y la posesión de otros medios superfluos? Pensemos en todo esto y hagamos un serio examen de consciencia. ¡Es nuestro carisma!
Preguntémonos: ¿es todavía actual como una vez aquello que nuestra Constitución dice en los números 51 y 54 acerca de la pobreza en nuestras actividades? Antes de iniciar una actividad debemos mirar los signos del Señor y hacer un discernimiento comunitario. Muchas veces tenemos prisa por iniciar una actividad sin un discernimiento comunitario y de congregación, pidiendo inmediatamente dinero para hacer las estructuras para los pobres sin tanta oración y sin esforzarnos por involucrar a la comunidad y a las personas del lugar. Tenemos varios ejemplos de bienhechores que la Divina Providencia ha suscitado en el lugar haciendo posible la realización de proyectos, que para el Economato General eran imposibles de realizar.
Me parece evidente que este tema de la situación económica de la Congregación debe ser compartido con todos los miembros de la Obra. No debemos hacer juicios. Todos somos responsables de esto y debemos pensar y hacer propósitos personales y comunitarios para subsanar esta situación sin caer en la angustia que es contraria a nuestro espíritu de “no se angustien”.
Pido de modo particular y con fuerza, la transparencia en el uso de la providencia y en la rendición de cuentas personal de lo que gastamos. Ningún motivo es válido para justificar una falta de transparencia y esto es para todos y en todos los niveles: transparencia de parte del Consejo General, de las Delegaciones, de las Comunidades y de cada religioso. Hacer saber a los religiosos como en una familia las necesidades y los datos contables puede ayudar a vivir una participación y a un compartir más responsable y maduro. Pido a cada religioso que presente la rendición de cuenta personal del dinero que recibe y administra. Hago un fuerte llamado a la transparencia como instrumento para una mayor fraternidad, comunión y responsabilidad.


Líneas programáticas

En este sexenio las líneas programáticas para toda la Obra y para las Delegaciones serán aquellas del Documento Final del Capítulo General que hemos mencionado anteriormente.
Cuatro palabras harán de coordenadas para un camino de crecimiento espiritual y fraterno en este sexenio:

Diálogo y escucha; fe y esperanza.

El diálogo y la escucha deben crecer en todos los niveles: partiendo del Casante y de su Consejo hasta llegar a todos los religiosos y laicos de la Obra. Es mi deseo mantener un diálogo y una escucha fraterna y abierta con todos en mis visitas a las comunidades. Esto, no obstante, no es suficiente, sería muy poco solo en estas ocasiones. Quiero que esto sea algo cotidiano a través de los Delegados y los Consejos. Por eso pido a los Delegados mantenerse libres para este servicio, para ser personas de diálogo y escucha, abiertos y cercanos a los religiosos. Su servicio en la Obra es acompañar a cada religioso estando cercano a los Superiores de las comunidades para que ellos puedan hacer este servicio de animación cotidiana.
La Instrucción de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada en el número 20 a y b habla concretamente respecto a este servicio que considero importantísimo: “La escucha es uno de los ministerios principales del superior, para el que siempre debería estar disponible, sobre todo con quien se siente aislado y necesitado de atención. Porque, en efecto, escuchar significa acoger al otro incondicionalmente, darle espacio en el propio corazón. Por eso la escucha transmite afecto y comprensión, da a entender que el otro es apreciado y que su presencia y su parecer son tenidos en consideración”. “Junto con la escucha, propiciará el diálogo sincero y libre para compartir sentimientos, perspectivas y proyectos; en este clima, cada uno podrá ver reconocida su identidad y mejorar las propias capacidades relacionales…”
Por esto pido a los Delegados no ser ejecutores de actividades y organizadores de estructuras, debemos delegar esto a los Hermanos que son competentes. Su tarea es aquella de ayudar a los Hermanos y a las comunidades a vivir la vida consagrada con fidelidad y radicalidad. Los Delegados deberán ser vecinos a los religiosos, ser personas de diálogo y de escucha, acompañando a cada uno en la vivencia práctica de la vida consagrada y en las actividades, estimulando y ayudando a desarrollar los carismas personales para el bien de toda la Obra.
Con esta línea de acción para toda la Obra se podrá iniciar un camino de renovación que ayudará, sin dudas, a la comunión y la colegialidad en la Obra, ayudando sobre todo a aquellos que son más débiles o están en dificultad. Esta es una forma clara de ir a Galilea.
Deseo, primero para mí, y para ustedes que en este sexenio podamos crecer en nuestras relaciones humanas y espirituales haciéndolas más profundas, para testimoniar a Dios Padre en nuestras actividades y para que este sea el sexenio del diálogo y la escucha.

Fe y esperanza son las dos coordenadas que deseamos vivir en comunión con toda la Iglesia, como un camino de crecimiento y de renovación espiritual, en sintonía con el pensamiento del Papa Benedicto XVI que habla tanto de fe y esperanza en este tiempo de su pontificado. En la última encíclica, Spe Salvi, el Papa habla de la verdadera fisonomía de la esperanza cristiana.
Esta esperanza no viene de la confianza de lograr la salvación a través de la ciencia o dando solo importancia a la organización humana. Creo que estas palabras del Papa son especiales para nosotros, hijos de don Calabria, que estamos llamados a vivir el carisma de la fe y del abandono en Dios Padre sin buscar protecciones humanas.
¿Sentimos la necesidad de vivir hoy con fe y esperanza porque la Obra es de Dios y nosotros estamos llamados a caminar correspondiendo plenamente a nuestra vocación? En definitiva ¿qué quiero decir con estas dos palabras?
Tenemos en el Evangelio realidades que hacen bella la vida, las cuales podemos decir que como una flor nos dan una alegría interior. Dos de estas realidades se llaman “fe” y “esperanza”. Estas permiten superar los desánimos y encontrar el sabor a la vida. ¿Y dónde podemos encontrar la fuente de la fe y de la esperanza? La podemos encontrar en la audacia de la comunión con Dios. La fe y la esperanza se alimentan de una misteriosa presencia, aquella de Cristo. ¿Cómo no sentirse empujado a decir a Cristo: voy a seguirte toda la vida, conciente de mi fragilidad?
Debo decir que la fe y la esperanza no crecen porque nosotros seamos buenos o porque hemos hecho un hermoso proyecto en el Capítulo General. El Capítulo nos hace un llamado a la fe y la esperanza cuando nos llama a retornar a los orígenes de nuestro carisma: a la comunión con Dios, a la vida de santidad, a dar primacía a nuestra fraternidad antes que a la actividad. Deseo que podamos caminar en la fe y en la esperanza para encontrar el camino verdadero antes que nada ayudando y aceptando a nuestros hermanos. En todo esto se debe ver y vivir la fe y la esperanza, aceptando y apoyando a los religiosos en la misión diaria de la Obra.
Estas orientaciones serán profundizadas y desarrolladas durante el sexenio. Cada año del sexenio lo dedicaremos al estudio especial de alguno de estos puntos para profundizarlo más y vivir los desafíos que hoy se nos plantea como Obra Calabriana.
Este primer año queremos llamarlo el año de la renovación espiritual o el año de la espiritualidad. Esto no significa que debemos preparar encuentros, congresos internacionales para hablar de la espiritualidad. En este año espiritual buscaremos en todas las Delegaciones programar los ejercicios espirituales calabrianos para ayudarnos a vivir un encuentro personal con el Dios que cambia nuestra vida. Y a nivel comunitario buscaremos momentos fuertes de espiritualidad.
Propongo tres puntos prácticos para comenzar dicha tarea en la comunidad durante este año:
1. El proyecto personal de vida espiritual para confrontarlo con el director espiritual.
2. El proyecto de vida comunitario.
3. La meditación comunitaria de las Constituciones a la luz de lo dicho en esta carta.
Pido, una vez más, tomar en serio la invitación a realizar un camino de conversión y de santidad personal para que todo lo propuesto hasta aquí como líneas programáticas del Capítulo pueda ser vivido en lo cotidiano como testimonio de nuestra espiritualidad.
Espero que en este año en que nos preparamos para celebrar los 2000 años del nacimiento del gran Apóstol San Pablo, podamos también nosotros vivir el espíritu de conversión y misionero como él lo vivió.
Doy gracias a Dios por las maravillas que realiza en la Obra y pido la intercesión de la Bienaventurada Virgen María en este día en que celebramos la fiesta de su Natividad y de San Juan Calabria para que nos ayuden en este sexenio a llevar adelante el proyecto del Capítulo y a acompañarnos a cada uno a la tierra de Galilea donde Jesús nos espera.
Los saludo a todos con el corazón y con un abrazo fraterno.

P. Miguel Tófful
Superior General


Verona, 8 de setiembre de 2008. Fiesta de la Natividad de la Virgen María.