“Pascua de
Cristo: ser misericordiosos como el Padre”
Queridos
hermanos y hermanas de la Familia Calabriana: en ocasión de la celebración de
la Santa Pascua, les envío a todos ustedes mi fraterno saludo de augurios
pascuales, con el deseo de que el misterio celebrado en este santo día
encuentre acogida y una realización concreta en nuestra vida.
El Señor viene
a nosotros con la potencia de su cruz, la muerte y resurrección nos abre a su
amor misericordioso, que nos da la vida nueva que brota de la Pascua. Es un acontecimiento
extraordinario que toca profundamente nuestra vida cristianan y consagrada en el
vivir la alegría de la radicalidad evangélica y Calabriana.
Pensando,
meditando y contemplando el hecho Pascual en este año de la misericordia, me
viene al corazón la invitación de Jesús: “Sean
misericordiosos como el Padre de ustedes es misericordioso” (Lc 6,36). No
es simplemente una frase o un eslogan para repetir, es un programa de vida para
meditar y vivir profundamente en este año jubilar. Personalmente, y creo que
todos ustedes, sentimos la necesidad de hacer un itinerario interior que nos
lleve a una verdadera experiencia del amor del padre misericordioso y su
perdón.
Esta experiencia no puede
limitarse a surgir de la Pascua de Cristo, que en el misterio de su pasión,
muerte y resurrección nos muestra y nos hace tocar con la mano el amor
misericordioso del Padre. Un amor que perdona, sana y nos llena de alegría
convirtiéndonos en sus amigos, rescatados por su preciosa Sangre: “Nadie tiene
un amor más grande que dar la vida por sus amigos…” (Jn 15.13).
Nuestro
carisma de reavivar la fe en Dios Padre providente, se concretiza en la
manifestación del rostro misericordioso del Padre. Escribía el P. Juan Calabria:
“De esta santa Colina, la Providencia irradia su luz, hace sentir su voz, que
llama a meditar, a reflexionar sobre sus maravillas, la bondad y su
misericordia sobre todos” (Don Calabria, 26-11-1931).
La
misericordia en el pensamiento de Don Calabria, es una nueva creación, porque
Dios no nos “desecha”. El, como el alfarero, nos vuelve a amasar y nos
remodela. El padre no se avergüenza de nuestra debilidad y fragilidad sino que
la toca con la mano, y la asume en sí mismo. Dios es cercano al hombre porque
ama lo que está perdido, lo que no es considerado, lo que es marginado, lo
débil, lo que está roto, lo insignificante. El desea irrumpir en nuestra vida y
revelar su amor, la cercanía de su gracia.
Si queremos
describir con un gesto como la misericordia es vivida en la espiritualidad
calabriana pensemos en un mamá con las brazos abiertos que toma el cuidado de su
propio hijo, es un amor que cura. Nada queda fuera de su mirada, porque mira
con ojos de ternura. Su voz llama continuamente a todos, con la dulzura de la
piedad. También es Misericordia que tiene un designo especial para la hora
actual y madura en el dolor, en la persecución y en las pruebas de la vida
cotidiana. Ella nunca se detiene, está siempre en movimiento hacia los que
abren el corazón, es infinita, sin límites para poder llegar a todos.
En una sociedad
globalizada, amenazada constantemente por situaciones de violencia y de
marginalidad, donde la palabra “misericordia”,
“tener en cuenta”, “hacerse cargo”, “perdón”, “gratuidad”, “ternura”,
“compasión”… son frecuentemente sustituido por los intereses personales, el
ganar, el poder y la prepotencia; donde la gratuidad, el don de sí y la
solidaridad no tiene espacio en el corazón, en los ojos y en las manos del
hombre de hoy.
Nosotros,
pertenecientes a la Familia Calabriana, a través de la fuerza de la experiencia
del amor del Padre que brota de la Pascua de Cristo, estamos llamados a hacer
la diferencia, caminando contra la corriente de este modo de pensar y de hacer
que sigue el método dictado por este mundo y no con los criterios del
Evangelio.
Debemos
llevar nuestro corazón a las periferias del mundo. Un corazón lleno de
misericordia y de compasión, capaz de amar al hombre con todas sus miserias,
sin asustarse y sin juzgar con superficialidad las apariencias. Ésta es nuestra
misión fundamental, para mostrar y testimoniar la paternidad del Dios al mundo.
Estamos llamados a sanar las heridas con el aceite de la consolación y el vino
de la esperanza, haciéndolo con misericordia y solidaridad.
Un corazón
que hace la experiencia de la misericordia y obra con misericordia. Que tocado
en toda su profundidad, queda disponible a la conversión para asemejarse
siempre más al corazón de Jesús y tener en sí sus mismos sentimientos.
¡Abramos el corazón al
pobre, acojámoslo con misericordia las diversas realidades y situaciones de
pobrezas, para mostrar el amor misericordioso del Padre! “Sean misericordiosos como el Padre de ustedes es misericordioso”.
El Señor Resucitado nos
de el don de vivir la alegría de un amor que continuamente se renueva y se
recrea en la Pascua y nos hace cada vez más sensibles y misericordiosos.
Los recuerdo a toso en
la oración. Recen por mí. El Señor los bendiga.
¡Buena y Santa Pascua a
todos!
P. Miguel
Tofful